Paperback

Desvelamos los secretos del famosisimo Paperback, mas conocido por su seudónimo Edelmiro Pofenas Sansegundo.

Paperback: Una vida dedicada por completo a una pasión: la escritura.

Tras diversos avatares que soslayamos para no perder al publico infantil, paperback vino a nacer en una perdida parroquia del interior de Galicia, una minúscula aldea que por entonces experimentaba una sorprendente expansión demografica, pues en un corto espacio de tiempo se habian producido tres nuevos embarazos. Aquellas preñeces no estaban exentas de polémica, pues los vecinos empezaban a relacionar la coincidencia en el tiempo de aquellas repentinas barrigas, los innegables cuernos que lucían los presuntos padres y las frecuentes visitas de un nuevo cura recien salido del seminario y asignado a la zona por el obispado.

Los rumores llegaron a tal extremo que el pobre curilla tuvo que abandonar sus practicas hasta que finalmente las tres cabras parieron, para tranquilidad de toda la manada de cabritos, quedando demostradas las aptitudes del seminarista como estudiante frustrado de veterinaria. Aquello le dejó tiempo libre para adiestrar a sus jovenes feligresas sobre métodos innovadores y mucho mas satisfactorios para las labores del ordeño, evitando los riesgos que suponian hasta entonces los cuernos de aquellos animales.

Fué en este ambiente campechano donde adquirió Paperback sus primeras letras, que no fueron otras que las correspondientes al pago de su primera bicicleta, letras que tuvo que pagar trabajando con las vacas al salir de clase, lo que tristemente no le dejaba tiempo para disfrutar de la bicicleta. Al reparar en ello, la vendió para pagar parte de las letras, pero hubo de seguir mucho tiempo haciendo de pastor hasta liquidar el resto de la deuda. Ahi fué donde su despierta inteligencia le hizo darse cuenta de que las vacas, por desgracia, no tienen pedales.

Rapidamente destacó en clase, pues incluso cuando estaban todos sentados su gran altura hacia sobresalir su cabeza sobre las del resto de compañeros. Para desgracia, todo sea dicho, de su compañera Angelines Fulánez, ubicada en la banca de detrás, quien se tiró cinco de sus años escolares sin atisbar siquiera la pizarra. Esto hubiera sido trágico para su futura carrera empresarial de no ser por la varicela, cuya llegada causó que paperback faltara un dia a clase, permitiendo que la seño se percatara, perpleja, de que había alguien más por allí atrás. Consciente de la situación, doña Estricta Maria Perez del Capón, que era muy reacia a cambiar las cosas de sitio, resolvió que en lo sucesivo Angelines debía venir a clase con una escalera de mano

Aprendidas las cuatro reglas, a paperback le esperaba el mismo futuro que al resto de su promoción: comprar cosas, firmar letras, cuidar vacas. Pero paperback ya sabia que las vacas no tienen pedales, por lo que resolvió emigrar a la ciudad. Tenia 14 años.

Allí pudo romper con aquel circulo vicioso, pues aunque compró cosas y firmó letras, realmente no habia vacas, asi que se colocó como pudo de vigilante en un aparcamiento para pagar sus deudas. En vez de pastorear vacas, pastoreaba coches, pero, de alguna manera, habia logrado su proposito: los coches si tenian pedales.

Hastiado, abjuró de las letras, y ese fué extrañamente el germen de su obsesión enfermiza por la escritura.

Las largas noches de vigilia en el aparcamiento le proporcionaron tiempo para estudiar, y estudió. Estudió la manera de dedicar aquellas noches a algo más divertido. Prontó descubrió que para conseguirlo debía dejar el trabajo en el aparcamiento, y se lanzó a buscar un trabajo mas gratificante y mejor remunerado.

Con un curriculum tan desastroso como el suyo solo podia dedicarse a una cosa: comercial en una inmobiliaria. El propio mercado de trabajo le decantó hacia aquella salida unica, pues sus intentos de trabajar como director de banco, presidente de uclub de futbol, liberado sindical o alcalde pedáneo requerían algo mas que su desverguenza y su innata carencia de principios morales para ser apto para el cargo.

De esta forma, de pastor de vacas se vió convertido en ejecutivo de ventas de Inmobiliaria Alcontado, S.A., una de las mayores corporaciones locales, donde pudo codearse con lo más selecto de la ciudad: directores de banco, presidentes de club de futbol, liberados sindicales y alcaldes pedaneos. Y descubrió que todos, invariablemente, compartían una aspiración suprema: llegar a ser concejal de urbanismo.

Pronto se contagió de ese deseo, y se dedicó en cuerpo y alma a medrar para conseguirlo. Se entregó por completo a aquella batalla cotidiana de objetivos de ventas, cuotas, comisiones y ascensos, con relativo éxito hasta que se topó con la nueva directora de zona: Angelines Fulánez. Si, la mismisima Angelines Fulánez que habia sacrificado cinco años de su vida mirándole las etiquetas de los jerseys. El habito de utilizar la escalera en el cole la habia convertido en toda una experta trepando, lo que pronto se manifestó en un vertiginoso ascenso por la pirámide de poder de la inmobiliaria.
Y quiso el destino invertir los papeles: ahora tenia a paperback a su merced. Pero lejos de aprovechar aquella oportunidad de vengarse, comprendió que paperback no era culpable de que en su mas tierna infancia, su abuela, hincha radical del Joventut de Badalona, lo inflara despiadadamente a Colacao para hacer de él un pivot de primera clase. Así que le asignó la venta de una promoción de adosados en exclusiva, tarea a la que se entregó con tal convicción que se convenció a si mismo y compró cinco de los viente adosados para especular con la inversión. Aquello agravo su obsesión por la escritura.
Porque en aquel momento preciso instante se pinchó la burbuja, y empezaron a transcurrir los meses sin que paperback pudiera revender aquellas propiedades. Fueron meses de nerviosismo y tension que acrecentaron su obsesion latente, porque se acercaba la fecha y paperback no veia la forma siquiera de deshacerse de aquellos malditos adosados. Se acercaba inexorablemente el dia en que, como materialización de su enfermiza relación de amor y odio con la escritura, se la pondrían delante para firmarla.
Finalmente, paperback se vió condenado de por vida a pagar cinco hipotecas de cinco casas que ni siquiera estaban terminadas. Y volvió al recogimiento y la sencillez mundana de su villorrio, donde pasó el resto de sus dias entregado al ritmo cansino de las cosas de siempre: comprar casas, firmar hipotecas, cuidar vacas.
Su epitafio resume la enseñanza de toda una vida entregada a la escritura:
"las vacas no tienen pedales".

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