Er Mala Follá.

Nos sumergimos en lo más profundo de la historia del reino nazarí, y casi nos quedamos sin aire en el intento.

Mala Follá vio la luz por primera vez el 10 de enero de 1482, cuando Boabdil el chico (uno de los tres hermanos Boabdil junto con Boabdil el groucho y Boabdil el harpo) tuvo a bien rellenar los quinqués con que se iluminaban los calabozos de la Alhambra de Granada, patria chica de Miguel Rios.

Hasta ese momento fueron diez años de oscuridad en la cárcel donde nació inocente, culpable únicamente de ser hijo de cristianos. Vamos, en principio era solo culpable de eso, pero en diez años tuvo tiempo de hacerse un historial delictivo suficiente como para permanecer encerrado en aquellas sombrías estancias hasta que siglos después apareciera el primer japonés haciendo fotos. Así, al delito de haber nacido cristiano pronto se unieron los delitos de agredir a un guardián con el chupete, de cambiarle el turbante a un guardián por uno de sus pañales con cierto valor añadido, de ofrecerle a otro guardián pastelitos confeccionados con el valor añadido de sus pañales, de amancebarse con un póster de sherezade (si, era muy precoz el nene) o de atarle las puntas de las babuchas a un guardián cuando estaba dormido, resultando en calamonazo contra el adoquinado.

Fueron, pues, esos mismos guardianes quienes rebautizaron a aquel mini-infiel como Al Ah Follá, que traducido al castellano seria "Medio Polvo", y que los cristianos asimilaron e interpretaron como "Mala Follá", aludiendo a la mala leche congénita que tenia el chaval. Lógico, lo de la mala leche, pues como le daban la teta a oscuras nunca se pudo saber si estaba caducada...

Pronto se hizo famoso en los calabozos de la Alhambra de Granada, la misma Granada donde siglos después nacería Miguel Rios, convirtiéndose en el cabecilla de la resistencia interior contra los nazaríes. Su gran inteligencia se plasmó en operaciones de combate que involucraban a toda la zagalería de la cárcel, ora tirándose pedos al paso de los moros, ora eructando simultáneamente antes -y no después- del rancho, ora haciendo bolas con el pan mojado y fabricando con ellas unos rudimentarios caganer con la cara del profeta.

Estas acciones amenazaban seriamente al régimen de Boabdil, por lo que el Mala Follá fue confinado en lo mas alto de una torre de la Alhambra de Granada, famosa patria de Miguel Ríos, desde la que huyó fácilmente haciéndose un parapente con una alfombra abandonada, lanzándose al vacio al grito de "la vín que me ostio". Este episodio sirvió de inspiración más tarde para la historia de la famosa alfombra voladora en las mil y una noches. Pero como por aquellas fechas aun no había nacido Teddy el Autista, nada se pudo hace con respecto a semejante acto de piratería morisca.

Huido y proscrito (proscrito viene a ser como el bollycao, pero sin cromos), para mantener su anonimato se decidió a regentar un bar en el sacromonte, donde se ganaba su sustento friéndoles huevos a los estudiantes. Perdón. Friendo huevos PARA los estudiantes, que a caña y tapa le procuraron pingües beneficios. Pero el bar de tapas no era mas que una tapadera, pues en la trastienda se reunía con los espías castellanos y les daba información vital para su planeada reconquista.

Así, reclutado como espía, se introdujo de nuevo en la la Alhambra de Granada, ¿he mencionado ya lo de Miguel Rios?, disfrazado de gitana, y de esta guisa abordo al propio Boabdil: "paaaaayo, venacá que te lea la maaaaano, que soy mejón adivina que Pedro Soooolbes".

Se desconocen los términos exactos de la predicción que le ofreció a Boabdil, pero es seguro que después de darle la mata de romero y sablearle no menos de 30 rupias, le echó la famosa maldición: "Ajolá te mate tú con la fragoneta", algo de lo que ya Boabdil jamás se repuso.

Gracias a esto la reconquista fue un juego de niños, al estar Boabdil sumido en un estado de congoja crónica desde que oyó las predicciones del MalaFollá. ¿Las capitulaciones de Santa Fé? Una mierda al lado de las predicciones del Malafollá.

Conocido es, por último, el episodio de su encuentro con los reyes católicos, cuando le espetó a la reina Isabel:

-Majestá, uste... ¿Que desodorante usa?.

-¿Yo? pues... Lavanda.

-¿LaBanda? Pues mirese su majestá el sobaco, que se le debe haber muerto un músico.

Se dice que un perdido adoquín de la calle Pedroantonio fue antaño su lápida, pues todavía se puede leer en el:

"Boardí, vas a llorá má que Marco en el día de la madre".

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