Manuel de Instruçöes, capitulo 1.

Parecería que poco se puede decir sobre este importantísimo navegante y descubridor portugués que no este recogido ya en los "Anales de la Navegación por esos mares de Dios", "El libro de los cinco descubrimientos" o en la conocidísima recopilación de sus cuadernos de bitácora, pero el reciente descubrimiento de "Las Apologías", aún no publicadas, aporta nueva luz sobre el personaje y sobre todo, sobre la persona de Manuel de Instruçöes.

Emprendemos con este relato una serie que abarca su vida y obra, sus hazañas, sus increibles vivencias y, como no, sus famosos cinco descubrimientos, desde una perspectiva inédita que seguramente será del interés de todos nuestros lectores.


Paseando por los lugares Manuelinos.

Al contemplar los antiguos muros de piedra del cementerio, el viejo camino a la ermita y los gastados adoquines de la plaza principal el viajero siente que el tiempo se ha detenido en el pequeño pueblo de Instruçöes. Se diría que muy poco ha cambiado en esas calles por las que hace cinco siglos correteaba el pequeño Manuel, a excepción de los rótulos luminosos de neón colocados por el ministerio de cultura para recordar a vecinos y visitantes la obligación de respetar la estética medieval en la zona.

Una escondida lápida y una estatua ecuestre son el único tributo del pueblo al más ilustre de sus hijos; en la lápida, objeto de culto de historiadores aficionados y cazadores de epitafios absurdos, destaca la inscripción "Manuel Santos Barbosa Oliveira da Silva" junto a las fechas de nacimiento y muerte del descubridor y mucho mas abajo, en letras pequeñas y practicamente ilegibles, su escueto epitafio: "não valia para o campo".

Muchos testimonios corroboran que, en efecto, Manuel era un perfecto inútil en las faenas del campo, por lo que le reservaban tareas a la altura de su inteligencia como guiar al burro que estaba atado a la noria. Resulta muy fácil hoy en dia imaginar a Manuel como un niño desmañado y sucio que lleva de la rienda a un viejo asno, entre otras cosas porque esa precisamente es la escena que representa la citada estatua ecuestre.

La casa natal de Manuel fue victima de dos terremotos, varios incendios, incontables saqueos y numerosos expolios hasta el advenimiento de la ley y el orden a la localidad; tras esto estuvo abandonada al pillaje y la destrucción durante mas de dos siglos, hasta que las autoridades decidieron recalificar el solar para edificar una cuadra de uso mancomunado. Así que cuando el gobierno decidió finalmente honrar la memoria de Manuel erigiendo un museo en su casa natal para exponer sus escasos pero valiosos recuerdos y pertenencias, no hubo otra opción que hacer compatible este nuevo uso con el existente, creándose de esta forma la originalísima cuadra-museo de Manuel de Instruçöes.

La cuadra-museo deja al visitante recuerdos agridulces: fotografías de una cabra mordiendo un astrolabio, de gallinas subidas al timón de la Nao Semprerota o de vacas pastando entre los frescos con que el excelso Oliverio da Silva ilustró los famosos desembarcos de Manuel, amén de de toda suerte de objetos personales del navegante repartidos entre balas de paja, cubos de pienso y artísticas ensaimadas de estiércol. Al recorrerlo, el visitante se impregna casi sin darse cuenta de todos los detalles de la vida y circunstancia de Manuel, a la par que de un aroma a mierda de vaca que no le abandona en varios dias.

Pero quizás el mejor punto de encuentro con la historia de Manuel sea el museo naval de PortoRibeiro, visita obligada al salir de la cuadra-museo. Como curiosidad, a la entrada del museo existen varias maquinas limpiazapatos que funcionan con monedas, excelente medida para librar al museo de los recuerdos de la cuadra-museo adheridos a los zapatos de los visitantes. A diferencia de las máquinas de este tipo existentes en hoteles, el sistema se complementa con la recogida y envasado de los restos retirados de los zapatos, que se devuelven como un original souvenir personalizado (o asi lo entiende el 80% de los encuestados, mientras que el 37% restante opina que se trata, simplemente, de un recuerdo de mierda).

En el museo se exponen los restos de la Semprerota tal y como se encontraron en la playa de Vertedeiro do Mar, a pocas millas del museo, tras el último viaje de Manuel. La Semprerota hizo finalmente honor a su nombre al acercase a la costa de Portugal, deshaciéndose en mil pedazos por culpa de lo que parecia ser un arrecife y al final resulto no ser mas que un monton de algas flotantes. El choque hubiera sido absolutamente inofensivo, pero aquella orgullosa Nao se hizo astillas de puro miedo, de forma que el trozo mas grande tenia el tamaño de un mondadientes.

Tras el naufragio aparecieron en la playa Manuel, aferrado aún al timón, y unos millones de astillas. Y como quiera que el rescate se retrasó varios meses, Manuel, quien con su acierto habitual fue incapaz de reconocer su tierra y pensó que habia recalado en un islote poblado por canibales, se dedicó a construirse un refugio en un acantilado desde el que tenia una magnifica visión de toda la ensenada, en prevencion de posibles ataques.

Esa es la historia del bunker de tres plantas construido con mondadientes que se expone hoy día en el museo naval. Se ha construido una réplica a tamaño real en la playa de Vertedeiro do Mar, hoy dia conocido enclave nudista, donde se utiliza actualmente como mirador. Curiosamente, la réplica es mucho más visitada que el original.

Junto a este escaso legado, la escasa obra escrita sobre el descubridor, basada más en conjeturas y suposiciones que en hechos reales, y sus delirantes cuadernos de bitácora, constituyen las únicas fuentes de información sobre Manuel. O asi era hasta hace unos meses.

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