Seguramente el psicoanálisis, tal y como lo conocemos hoy en día, no seria nada sin la figura esencial de Tomás Turbado.
Tomás nace en Viena en el seno de una familia de inmigrantes austrohúngaros repatriados de su exilio al país de procedencia en razón de su expulsión tras la adopción de doble nacionalidad por la ley extra comunitaria de reagrupamiento de cuñados putativos, de ahí su ascendencia hispana.
Su formación, elemental, en la academia Watson, consistió en poco más que las cuatro reglas, pues la precariedad de su economía familiar hizo que pronto tuviera que incorporarse a trabajar en las minas. Pudo sobrevivir a aquel duro episodio en su vida gracias a su perseverancia, a su apego a la vida, y al trato que recibía de sus jefes en la fábrica de Faber Castell, donde pronto se hizo un experto rellenando portaminas, ocupación freudiana donde las haya.
Sin embargo su ambición personal hizo que pronto abandonara ese trabajo, entrando a trabajar en la Voll Damm a jornada completa, ocupando el codiciado puesto de catador. Aquella experiencia, lejos de ser amarga, le colmó de satisfacciones hasta el mismo día en que fue despedido porque el número de muestras que tomaba había subido tanto que estaba amenazando con desabastecer de cerveza al mercado local. Fue más o menos por aquellas fechas cuando empezó a cascársela seriamente.
Estar desempleado, sin otra ocupación, sin alicientes, y con un tremendo mono de cerveza hizo que se entregara por completo al onanismo, hasta tal punto que al cabo de unos meses tenía el pene absolutamente deformado, con los dedos marcados como el mango de un scalextric.
Tomás, turbado por su vicio, se convirtió en un individuo solitario y taciturno, frecuentemente emboscado en cualquier esquina a la caza de imágenes femeninas que excitaran su libido y le condujeran al punto en que encendía la minipimer. Esto le llevaba a tremendos estados de abatimiento, posteriores al batimiento, pues en su educación puritana era un precepto que sus poluciones, aparte de ser una cochinada pecaminosa, tenían como consecuencia el reblandecimiento de la espina dorsal.
Ese prejuicio y la aparición de unas molestias lumbares hicieron que resolviera hacerse mirar la espalda por el recién inventado método de Röentgen, pero en su atolondramiento fue a parar a la vecina consulta del doctor Floyd (se pronuncia Fleud), quien aparte de ser un afamado psicoanalista daba su nombre a una completa gama de productos de afeitado. Aquel fue uno de los momentos estelares en el desarrollo del psicoanálisis como ciencia, disciplina, técnica o lo-que-quiera-que-sea.
El doctor Floyd observo un trastorno fundamental en la conducta de Tomas: al mostrarle el primero de los papeles manchados de tinta con los que conseguía que los pacientes dijeran estupideces y así pasaran mas tiempo en su consulta, time's money, Tomás le dijo que era una mujer desnuda. Ocurrió lo mismo con el segundo. Y con el tercero. Y con todos. Así que el doctor concluyo: "Señor, es usted un salido", a lo que respondió Tomás "Salido lo será usted, que solo hace que pintar cochinadas".
Poco a poco fue el doctor acotando el problema con su interrogatorio directo y certero: "Por aquí hay alguien que se hace pajas...", "Alguien de por aquí se la menea a gusto...", hasta que Tomás no tuvo mas salida que abrirle por completo su corazón y confesar lo inconfesable: "Si, doctor, y siempre con la misma mano".
"Aja, joven, ese es el causante de su desviación de columna". Ese era el diagnostico, un momento único de la ciencia. Y mucho más preclaro y lúcido aún fue el tratamiento, que sentaría cátedra y abriría un nuevo camino en la medicina moderna: "En lo sucesivo, macháquesela también con la izquierda".
Queda, pues, desvelada la importancia de Tomás en el posterior desarrollo de la medicina moderna. La vida de Tomás sufrió una enorme transformación, pues el continuado ejercicio de ambos antebrazos le convirtió en un excepcional jugador de futbolín, ocupación en la que destacó rápidamente y que le permitió añadir algo de estabilidad a una vida que, hasta ese momento, había sido bastante agitada.
Su epitafio resume en pocas palabras la labor de toda una vida: "Jopeta, y ahora lo llaman fisioterapia".
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