Jesús Cursal.
Jesús fue el ultimo de los tres hijos de una familia relativamente acomodada: haciendo un pequeño esfuerzo llegaban a caber todos en el sofá del salón a la hora del telediario. Marcaron su infancia las múltiples pedradas y capones que recibía de sus hermanos mayores, lo que afloró ya en su madurez, cuando una precoz alopecia descubrió al mundo un cráneo con mas cicatrices que el especialista que dobla a Chuck Norris en las escenas de cama.
Jesús fue, pues, un niño apocado y taciturno, mal estudiante, un verdadero fracaso para los deportes y un inepto social, cualidades que le catapultarían años mas tarde a la dirección de una oficina bancaria. Porque Jesús era todo un lince para las finanzas: si bien empezó vendiendo su bocadillo en el patio del colegio, al cabo de unas semanas tenia controlada la demanda de nocilla de los preescolares, los stocks de bollicaos con/sin cromos, comerciaba a futuros con los donuts (y mira que a la que te descuidas se ponen como piedras) y revendía opciones a tomar actimel, todo ello con la connivencia del arrendatario de la cantina del colegio que vió aumentar sus ganancias conforme los escolares se hinchaban a grasas saturadas.
Desarrolló un sistema de intercambio económico cerrado y exclusivo en el colegio, fijando como moneda el cromo panini, con un tipo de cambio estable contra el coletero de colores y la canica, y reservándose el papel de banco central para todo lo concerniente a inversión en bolsa de chuches, hipoteca de taquillas o reservas de espacio en la fila del comedor. Pronto se hizo de un pequeño capital de chuminadas* que, al cambio, pudo convertir en la bicicleta que le negaban sus resultados en los exámenes.
Todo el mundo le debía algo, todo el mundo le envidiaba y, como era de aquella manera, y como no podía ser de otra forma, todo el mundo le odiaba.
El paso por secundaria y posteriormente la universidad se convirtieron en una escalada en la aplicación cada vez mas sutil de sus cualidades innatas, lo que le volvió aún más ambicioso y retorcido. Renovó su escala de valores y en sus objetivos la moto sustituyó a la bicicleta, el móvil 3G sustituyó a la bolsa de chuches y la ropa de marca a los cromos panini.
Descubrió que el éxito social podía comprarse, e incluyó entre sus nuevas adquisiciones a una rubia lela de primero de biología, quién tardo poco en cambiar su foulard y sus convicciones por una estola de zorro plateado auténtico.
Jesús era querido por todos, y en ese estado de gracia se licenció, a toda prisa además porque le esperaba cargazo en el Banco Jonudo, la entidad de mayor crecimiento en los últimos años pues daba créditos al mibor menos lo que hiciera falta y admitía como garantía hipotecaria hasta la caseta del perro.
Detrás de aquella mesa Jesús pudo socorrer las necesidades crediticias de miles de personas, igual que surtía de chuches y bocadillos a medio colegio, sin mas contrapartida que pedirles a esos pobres insensatos que le entregaran un insignificante 150% de sus ingresos durante 50 o mas años. Poco mas o menos lo que firmó Fausto, pero con una Montblanc en vez de pluma con sangre.
Jesús se codeaba con lo mejor de lo mejor, se iba de putas con los promotores, y se iba de promotor con las putas, pues no desdeñaba ningún nicho de negocio. Jesús era el no-va-más. Los niños querían ser como él. Incluso los suyos.
En este punto de la historia el 99% de los lectores estan ya esperando la moraleja. Y, efectivamente, es ahora que la historia esta madura cuando llega la Moraleja, pues es allí donde se compra un inmenso chalet con parcela, piscina y garaje con puerta seccionable, harto de su piso céntrico de 150 metros cuadrados con todo exterior. Mas como inversión que otra cosa, pero se lo compra, seguro de que su progresión ininterrumpida garantizaba los pagos de esa y de las otras cuatro hipotecas que soportaba su pesada nómina por aquel entonces.
Y, claro, tenían que llegar las vacas flacas. La crisis. La estanflación. Todo eso. Y más. Y a Jesús le afectó de lleno.
Desde entonces, el panorama que contempla desde la ventanilla de su Cayenne es desolador: un antiguo contable suyo, vendiendo clinex en un semaforo. Su prima, puta de profesión e inspectora de trabajo en su tiempo libre, metida a limpiadora por falta de negocio. Gente buscando comida en su propio cubo de basura. Familias enteras haciendo cola a la puerta de Cáritas.
En su banco las cosas tampoco iban bien. En la sucursal que dirigía tuvieron que dejar de poner caramelos para los clientes, como severa medida de ahorro. Retiraron tambien los sillones que había para los que esperaban ante su despacho, pues los clientes se ponían pesadísimos cuando hacian cola para pedir créditos ¿Qué parte de No es la que no habeis entendido?.
La vida se había vuelto mucho mas dura con Jesús, obligado a contemplar semejantes desgracias dia tras dia. Incluso estuvo al borde de la depresión, de la que solo se libró porque tuvo la feliz idea de darse el gustazo de agregar un nuevo Rolex a su colección. ¿Que te deprimes? Vete de compras.
Y asi siguió por los tiempos de los tiempos, miserablemente condenado a vivir contemplando la desgracia ajena, aunque ajeno a tal desgracia, pues la mismisima declaración universal de los derechos humanos recoje el siguiente artículo que Jesús, consecuente, ha escogido como epitafio para cuando le llegue la hora de amortizarse a si mismo:
"Todas las personas, sin distincion de sexo o edad, tienen derecho a vivir y morir endeudados con un banco o, en su defecto, caja de ahorros".
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