Florencio Flojeras, Flo, pasó a los anales de la historia como el paradigma de la fidelidad.
Las raices de Flo se hunden en el oscuro patio de un orfanato. Siendo aún muy pequeño se aficionó a la jardinería, y se aficionó tanto, que progresivamente le fueron confiando tareas cada vez más complicadas. Cuentan que su primer impulso conocido en este campo fue querer regar los geranios de la entrada; como quiera que no había agua disponible, Flo recurrió para ello a su propia orina. Este curioso método funcionó durante un tiempo.
Pero muy pronto el olor y aspecto de los geranios delataron la procedencia de su riego, y entonces le regalaron una regadera que facilito enormemente su tarea: al ser mas baja que aquellas macetas, le resultaba mucho mas comodo orinar dentro de ella. Aquellos geranios no sobrevivieron ni un mes.
Posteriormente quiso ocupar las vacantes de los malogrados geranios con alguna planta más resistente a su particular sistema de riego, y consiguió que le compraran semillas de cactus. No le fué mal con aquellas nuevas plantas hasta el día en que se le perdió la regadera y tuvo que recurrir al sistema tradicional, con la mala suerte de resbalar en el suelo y caer hacia adelante de forma que su pequeña e infantil manguera resulto dolorosamente atravesada por cuatro sitios.
Aquella manguera quedaria inutilizada de por vida, lo que es seguramente causa de la aversion de Flo por las cactáceas y de su infinita alegria por haber dejado de utilizar la orina para regar precisamente la semana anterior. En pocos dias dispuso de una nueva manguera.
Pero nada pudo frustrar su aficion por la jardineria, a la que permanecio fiel toda su vida. Afición que experimento una nueva crisis cuando sus padres le regalaron aquellos plantones de Limonero Lunero. Por más que los cuidó, los regó y los abonó, nunca dejaron de ser poco más que un hatajo de raices secas. Desesperado, un día cogió aquellos malditos arbustos y los arrojó por encima de la tapia de su casa, yendo a caer en el patio trasero del vecino orfanato, donde se hundieron en el barro. Conste que ya lo avisamos: las raices de Flo se hunden en el patio del orfanato.
Flo fué un niño timido, una criaturita que no llegó a destacar en nada en todos sus años en el colegio. Tan solo una vez sorprendió a su madre al confesarle que era el chico que tenia el miembro mas grande de la clase, lo que no era nada extraño si se tenia en cuenta que habia repetido el cuarto curso siete veces.
Pero su exito adolescente llegó por casualidad. Un primo suyo, que a la sazón estaba haciendo la mili en Melilla, se enteró de las habilidades botánicas de Flo y le propuso el reto de criar una planta exótica, algo extraña, con hojas puntiagudas, de la que le proporcionó algunas semillas.
Ni que decir tiene que Flo consiguió sacar adelante un hermosisimo ejemplar de aquella planta, azuzado por las llamadas de su primo que, semana si semana tambien, le preguntaba por la evolucion de aquel cultivo. Extrañado por tan inusitado interés, Flo le quitó los plasticos -por fin- a la enciclopedia de botánica que fué su regalo de comunión, y pronto averiguó los usos y propiedades de aquella planta cuya hoja aparecia normalmente a menos de diez centimetros de una foto de Bob Marley.
Acometió aquella industria con renovados esfuerzos, lo que le hizo ganar en popularidad (y en billetes) ante sus compañeros de clase. Gracias a aquel cultivo domestico pudo pagarse sus estudios, una moto, un par de gafas nuevas y pudo por fin permitirse el increible lujo de lucir unos calcetines que no eran blancos y no tenian una raya roja y otra azul.
Disponer de ingentes cantidades de dinero, fruto de la venta al menudeo de aquella pequeña producción casera, causó una gran conmoción en su equilibrio emocional, tanto que estuvo a nada, pero a nada nada, de hacerse pijo. Finalmente se impuso la cordura y se quedo en fumeta. Del barça, pero fumeta.
Porque Flo era del Barça. Era tan del Barça que le pedia los reyes al rey Gaspart; tan del Barça que nunca consintió llevar ropa interior blanca, ni siquera aquel costosisimo calzoncillo calvinkelin regalo-de-novieta que cuando se lo probó (¡lo que no haga uno por pillar aunque sea un roce!) daba mas saltos que la niña del exorcista en un jacuzzi de agua bendita; tan del Barça que hasta aprendió holandés para poder pedir autógrafos.
Era la época de Van Gaal. Poco a poco una figura se fué haciendo omnipresente en las instalaciones del club. Allí donde había una oportunidad de colarse, allí estaba Flo. ¿Que había canapés? Allí estaba Flo. ¿Que había rueda de prensa? Alli lo teniamos. ¿Entrenamiento a puerta cerrada? Flo se colaba. ¿Faltaba un asiento en el palco y Samaranch tenía que ver el partido de pié? Flo estaba ocupando su silla.
Pronto vieron en el club que no podian deshacerse de semejante elemento, pues su fidelidad a los colores le daba alas para burlar todos los controles imaginables, así que el propio Gaspart decidió que si no podían librarse de él, al menos lo convertirian en algo productivo. Tras una brevísima entrevista, le contrataron como ayudante de jardinero.
Aquello colmaba las ilusiones del pobre chaval, unificando sus dos pasiones: el Barça y la jardinería. Y pronto empezaron a notarse los cambios.
Un día, alguien se percató de la aparición de unas extrañas hojas picudas con aroma jamaicano en los dos corners del gol norte. No le dieron importancia, pero empezaron a aumentar los casos de aficionados que celebraban las victorias saltando al campo y llevandose un trozo de césped de recuerdo, precisamente de aquellas zonas.
Algún que otro jugador empezó tambien a frecuentar aquellos corners, mostrando posteriormente bajadas de rendimiento en su juego y en la venta de natillas. Pero el césped estaba impecablemetne cuidado y nadie quiso afearle la conducta a Flo. Es más, años despues fué ascendido a jardinero jefe.
Y muchos años más tarde llegó el minutito de gloria de Flo. Año 2031. Final de la champions league. Se enfrentan Barça y Real Madrid en el Vell Camp (no podia ser Nou eternamente...). En el minuto 88, van empatados 2 a 2. El arbitro pita una falta en el borde del area blanca.
La tensión se mascaba en el ambiente. Flo, desde su puesto de obervación privilegiado, asistia a la que podía ser mayor victoria de todos los tiempos. Nadie se movia, ni siquiera el niño aquel que llevaba todo el partido dando por culo con las pipas al vejete que estaba sentado dos filas mas adelante.
Nuñez se dispone a lanzar el libre directo (Nuñez es el biznieto de Nuñez la llorona, por todos conocido, una joven proemsa recien sacada de la Masía, esa factoria donde estaba a cargo del envasado de aceite de 0.1º de acidez). Se aproxima al balón, lo golpea, y el esfécrico adquiere una trayectoria parabolica que salva la barrera y se dirige directamente al area pequeña. El balón bota una vez en el punto de penalty, bota una segunda vez y el portero se lanza de manera felina para atraparlo con las dos manos.
Va a pararlo. Flo lo ve, lo presiente, es inevitable. Lo parará e iremos a la prórroga, y ya nada será lo mismo. No puede ser, tiene que entrar, tiene que entrar.
Pero la pelota se dirigie mansamente a las manos del portero. El estadio esta completamente paralizado. Nuñez se arrepiente a gritos de haber dejado aquel puesto de trabajo seguro en la planta de aceite. El entrenador piensa mentalmente el discurso de su dimision. El presidente muerde la bufanda, sacada de la tumba de Gaspart solo para la ocasión.
Y cuando parece que todo esta perdido, Flo reacciona como el gran culé que ha sido siempre y abre la electrovalvula catorce-A que impulsa 3 atmósferas de presión de agua que hacen que asome un aspersor en el area del Madrid, aspersor contra el que choca levemente la pelota, desviando su trayectoria lo suficiente para pasar entre las piernas del portero y colarse mansamente dentro de la porteria.
Todo el mundo lo habia visto. Todos sabian lo que habia pasado, e inmediatamente todos, mudos, expectantes, se quedaron mirando al arbitro, al que le llega un imperceptible SMS desde remotos sitios de gobierno y, tras pensar 5.1 decimas de segundo pita concediendo el gol. Piiiiit. Las gradas estallan en un orgasmo de alegria incontenida, los jugadores se dirigen a Flo y se arrojan encima, formando una piramide de alegria blaugrana cuya base es un jardinero que, pese a estar aplastado, pese a que le han partido las gafas y a que uno de los centrales le esta tocando el culo con algo mas que buena intencion, es el tio mas feliz del mundo.
Flo pasó a la historia del club como el fichaje más rentable de toda la historia, ganandose el respeto de aficion, jugadores, entrenador y directiva por siempre jamás.
En su lecho de muerte, rodeado por la junta directiva en pleno, todos pudieron oir sus ultimas palabras; con un hilo de voz casi imperceptible, sus labios hicieron un ultimo esfuerzo para pronunciar: "aaaaalamadrí". Acto seguido, expiró.
Todos se quedaron estupefactos, hasta que la voz de la experiencia habló por boca de Johan Cruyff, decrépito presidente de honor de la entidad, quien dijo: "Ese si era un buen culé: queria tanto a su club que viendose morir se cambio de bando para que el que se muriera fuera un puto merengón".
En su epitafio rezan las siguientes palabras: "Toooot al camp, eeeees un clam, hue-leama-rihuanaaaa".
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