Es una madrugada fría y brumosa en Checkpoint Charlie. La figura de una mujer camina sigilosa evitando la aguda mirada de los vigilantes en dirección al mundo libre, portadora de un inquietante y extraño cargamento. Tras la barrera la aguarda un marine, atento a esos pasos silenciosos y arriesgados de su amante. Mario Grandini, el nervioso italoamericano, comprueba una y otra vez el paquete con las tabletas de chocolate, la bolsa de azucar, la lata de leche condensada y bolsa de avellanas americanas que va le a entregar, mientras ve como finalmente Eva Smirnoffova llega al limite del berlín Sovietico, a esa barrera a solo dos metros de la suya, la distancia mas cercana a la que han estado nunca.
A dos metros se conocieron, cuando Mario hacia su vigilancia en el puesto de control mientras Eva paseaba junto a sus camaradas enfermeras. A dos metros se enamoraron, durante meses intercambiando gestos, miradas y palabras de amor robadas a un diccionario bilingüe del servicio secreto. A dos metros se amaron. Y a dos metros sesenta centimetros llegó el paquete lanzado por Mario, pues Eva, con las manos ocupadas, no pudo recogerlo al vuelo, quedando su contenido tan desmenuzado y revuelto que se podria decir que en ese mismo instante se inventó el Cola Cao.
-Gracias, Mario, amor. Cuanto tiempo sin verte, ¿no?
-Si, mas de cinco meses, chica, es que ha habido muchas novedades en la base.
-Por aqui tambien, guapo. Mira, ahi llevas una de ellas.
Y sin pensarlo le lanzó al vuelo un extraño paquete que Mario agarró a la primera para comprobar, tras desenvolverlo, que se trataba de un rollizo, precioso y despierto bebé.
-¿Y esto?
-¿Eso? Eso es tu hijo. Bueno, en realidad uno de tus hijos. Pásamelo y te mando al otro gemelo.
-¿Esta de coña o qué?
-Já. ¡Ahí lo llevas!
-¡Coño! ¡Pues coge tu este, guapa!
Y ese minusculo instante en que los dos gemelos se cruzaron por el aire sobre tierra de nadie fué la ultima vez que estuvieron juntos, pues el sonido de un silbato en el puesto de control sovietico, al que siguió todo un festival de reflectores, alarmas y carreras de soldados, causó que los dos amantes empezaran a correr de vuelta a sus respectivos lados del muro de Berlin, una cargada con su hijo y su recien inventado colacao, y el otro con su recien inventado hijo y un cabreo de mil demonios.
Este acontecimiento tuvo consecuencias de naturaleza bien distinta, de las que quizas la menos importante fué el intrigante misterio de la fecundacion a distancia, una distancia que por mucho que Mario rebajara a un metro ochenta y cuatro centimetros, seguia pareciendo insalvable hasta para el mas superdotado de los espermatozoides. Pero eso es otra historia y debe ser contada en otro momento.
Centrémonos en las dos consecuencias rubias, rollizas y lloronas que quedaron separadas de por vida por todo un muro, un telón de acero y una guerra fría.
Mario, como le llamo su padre, vive su niñez en un barrio residencial de Baltimore. Pronto se distingue de entre sus compañeros y amigos por su hiperactividad, que le hacía saltar, correr y moverse constantemente, a impulsos incontrolables. Escasamente dotado para los estudios, apenas cubre mínimos en la secundaría y se decide por un oficio. Mario se hace fontanero.
De baja estatura y algo cabezón, se protege de sus propios complejos dejándose crecer un generoso bigote que le confiere una imagen característica. Pronto es conocido en su gremio.
Un aviso para desatascar una bañera en la casa de un empresario japonés viene a marcar un punto de inflexión en su vida. Las explicaciones del japonés, con un inglés subdesarrollado, son contestadas por Mario invariablemente con un "No entiendo". "No entiendo". Sin embargo, Mario detecta y soluciona el problema con su agilidad y destreza habitual, dejando tan impresionado a aquel cliente que, para su sorpresa empezó a hablarle atropelladamente como un poseso, a lo que Mario no puede sino seguir respondiendo "No Entiendo". Al borde de la frustracion, el japones, en su intento por hacerse entender, no encuentra mas medio que repetir las palabras de Mario con su peculiar acento, asi que donde Mario decia "no entiendo", el japones repetia "nointendo", momento en que ambos empezaron a reirse sin saber de qué.
Porque Mario seguia sin entender nada, pero el japones acababa de inventar por casualidad el nombre de su compañia de informatica y entretenimiento, en la que le estaba intentando ofrecer a Mario ser el modelo para uno de sus videojuegos.
Mario, supermario desde aquel dia, pronto adquiere fama mundial, como todos conoceis. Pero nos hemos dejado atrás al protagonista de nuestra biografia de hoy.
Dejamos a Mario, porque así llamó Eva al otro bebé en honor a su presunto padre, en brazos de su madre huyendo en dirección Berlin Este. Una vez se quedaron sin colacao y sin proveedor de materia prima para fabricarlo, Eva decide volverse a Leningrado, de donde nunca debió salir.
Mario, quizas por ese paralelismo en las vidas de los gemelos, pronto se distingue de entre sus compañeros y amigos por su hiperactividad, que le hacía saltar, correr y moverse constantemente, a impulsos incontrolables. Escasamente dotado para los estudios, apenas cubre mínimos en la secundaría y se decide por un oficio. Mario se incorpora en el ejercito soviético.
De baja estatura y algo cabezón, se protege de sus propios complejos dejándose crecer un generoso bigote que le confiere una imagen característica. Pronto es conocido en su unidad por un extraño parecido que seria determinante de su futuro.
Un servicio de vigilancia en la casa del partido en Leningrado viene a marcar un punto de inflexión en su vida. La casa se estaba adecentando con motivo de la visita de los altos cargos del politburó, y los comisarios políticos inspeccionaban detalladamente todos los detalles del asunto; es así como uno de los comisarios repara en la apariencia de Mario y le recluta de inmediato para hacer servicios especiales para la KGB.
Pronto es citado en el Kremlin, donde Mario percibe como todo el personal le mira con extrañeza. Ante su sorpresa es conducido a la presencia del camarada Stalin quien le dirige unas palabras que marcarian el resto de sus dias:
-Si... si, puede valer.
Mario acababa de convertirse en el Camarada Mario, el doble oficial del Camarada Stalin. Tras los trabajos de cirugia estetica, cambio de indumentaria y retoques varios el parecido llegó a ser sorprendente:
Mario, el camarada Mario, pasó a sustituir al camarada Stalin en aquellos actos oficiales que entrañaban algún riesgo para su persona, asi como en determinados acontencimientos de su vida particular que hastiaban seriamente al dirigente.
Es tan grande el parecido que incluso se sospecha que el cuerpo momificado de Stalin pertenece en realidad a Mario, pues en el primer intento el cuerpo original del dictador terminó como un colador y hubo que recurrir al doble.
Triste, pues, que ambos gemelos nunca llegaran a reunirse, ni tan siquiera a conocer la existencia del otro. Aunque, como dijo supermario, siempre me queda wario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aqui tu comentario, si quieres.