Bones

Atendiendo a un nuevo encargo, les presentamos la intrigante historia oculta de Bones, el famoso Traumatólogo.

Los terminos de referencia "Curva, mp3, reloj, sentidos, altavoz." definen con toda precision lo primero que se le pasó por la cabeza a Bones al cumplimentar la solicitud. Las palabras han sido debidamente escondidas en el texto para atender al esfuerzo del solicitante.

Y como quiera que la solicitud no vino acompañada de cincojotas, ron añejo o cualquier otro argumento de presion convincente, optamos por una biografia alternativa de perfil bajo. Lástima de crisis, con lo bien que nos podria haber quedado....

en fin...

La intrigante historia oculta de Bones, el famoso traumatólogo.

Nace Bones una mañana de una estacion del año en algún lugar de algún pais (las biografias de perfil bajo no dan para localizar exteriores). Ya lo tenemos en el mundo. Bien. Démosle forma.

Sus padres dudaban entre llamarle Argimiro (como su padre), Artura (como su abuela) o Anaximandro (primer nombre en página al azar de libro de física de COU), pero tras pensarlo un poco y fumarse una mata de romero envuelta en papel de estraza, finalmente optaron por llamarle Armando. Armando, nombre sonoro, masculino, evocador y valido para choteos ("Armando, que es gerundio"). Y se quedaron tan a gusto.

Esa decisión caprichosa vino a marcar definitivamente su vocación profesional, su vida, y las portadas de sus libros de texto. Lo veremos en el siguiente párrafo.

Porque, volviendo a lo que deciamos en el párrafo anterior, ¿que otro porvenir puede tener un niño llamado Armando Huesos, que ser traumatólogo?. ¿En que se vieron esos padres para no darse cuenta de que ese nombre unido a ese apellido suponia una condena a la facultad de medicina?. No, el romero no es excusa, ni aunque estuviera en mal estado. Eso es putear a una criatura.

Omitimos, pues, en esta historia, largos años escolares de capones, choteos y gracietas con el dichoso nombrecito. Omitidos están. Saltamos directamente a su primer dia en la facultad de medicina de la capital mas proxima a algún lugar de algún pais.

Armando, pelo cortado a cepillo (de dientes), gafas culobotella, metro ochenta y largo, delgado como una compresa de ultima generación, careto parcheado con acné en fase tardía, Armando destartalado y patoso, despistado. Armando. Desde el mismo momento que entró en aquel aula enorme se convirtió en el punto al que miraban los doscientos puntuales que ya estaban alli, especialmente los repetidores de las tres ultimas filas. Por si eso no era suficiente, cuando tuvo valor de dar el primer paso y encaminarse al unico asiento libre de la primera fila, se hizo un repentino silencio sepulcral en la clase, y en esto resonó firme y atronadora la voz del catedrático diciendo:

-Usted, el que ha entrado el último, haga el favor de cerrar esa puerta.

Es increíble la cantidad de cosas que pueden ocurrir en un segundo: Armando se hace cargo de la situación, se gira con mas impetu de lo recomendable y de pronto empiezan a rodar por el suelo todas las cosas que llevaba bajo el brazo: carpeta a estrenar comprada en un chino la tarde anterior, reproductor mp3 mangado en el corteinglés por el procedimiento de "si pita en la puerta procura correr más que el segurata", carpeta que usaba en COU cargada de folios en blanco, esos mismos 100 folios de 70 gramos volando en todas direcciones y sentidos, estuche regalo de exnovieta friqui que cae al suelo, se abre, y vomita lapiz faber castell, bic azul con el capuchón mordisqueado, bic de cuatro colores pero el negro no pinta, tres rotuladores carioca tambien del chino, goma de borrar, mechero clipper sin piedra (la muerte de los recargables), clinex semi nuevo (pocas estalactitas), preservativo por si acaso este año toca, trapillo limpiagafas repleto de muestras de ADN bucal, figurilla de doraemon de utilidad dudosa o nula, pero como venia de gratis en bolsa de matutano no iba a tirarla, china comprada tambien a un chino con fines exclusivamente terapéuticos y un sinfin de otros objetos que quedaron desparramados a su alrededor formando circulos concéntricos en torno a esa personita que se acababa de convertir, de repente, en el epicentro de la estupidez humana.

-Vaya, afirmo el catedrático, esta promoción andábamos cortos de payasos. Háganos saber a la clase y a mi su nombre artístico.

-¿yo? ¿el mio? A..a... Armando huesos.

En el silencio apenas roto por el tictac del reloj de la pared, todo la clase pudo percibir como la mente del catedrático formaba lenta y cadenciosamente las palabras que componían la socorrida letania que le habia permitido mantenerse inalterable incluso cuando aquel bedel se bebió en el laboratorio una muestra de orina:

Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Cero.

En aquel preciso momento estaba creciendo un quasar a millones de años luz de la tierra. Habia una pareja de indigenas peleandose por un coco en Guinea-Papúa. En un avion que despegaba de Copenague a una azafata se le escapaba un pedo mientras hacia la demostracion del chaleco salvavidas. El indice Dow Jones superaba el cero por primera vez en la sesión.

Y un catedratico de Anatomia Humana prorrumpia en violentas e inevitables carcajadas como si fuera el altavoz de un puesto de feria, arrastrando en su paroxismo a doscientos cuarenta y tres alumnos de primero de medicina que llegaron a tal extasis descojonatorio que se llegó a decir que justo en aquel momento se inventó el decibelio. Una mierda para Alexander Graham Bell. Fué Bones el verdadero descubridor del decibelio.

Hubieron de pasar varias convocatorias hasta que sus compañeros bajaran el cachondeito a costa de su monbre a un nivel, digamos, por debajo del 3 en la escala Richter. Pero nada hay que el tiempo no cure, y un par de años más tarde Armando ya habia aprendido a convivir con su sanbenito.

Más o menos por esas fechas desembarcó en la facultad un nuevo cargamento de orgasmus, compuesto mayormente de jovenes britanicas que solicitaban plaza en aquella facultad para ampliar sus conocimientos de medicina, mayormente de anatomia del varón latino.

Callista Jones era una de aquellas chicas, una aventajada estudiante de Glasgow que, curiosamente, quería especializarse en podología. Callista, despues de algunos traspiés emocionales en su tierra, venía decidida a resarcirse de su mala pata. Y vino a tropezar con Armando, cosa que ocurrió en una de las curvas del pasillo de los aseos.

Otros personajes, misma escena: folios volando, pertenencias desparramadas... pero esta vez aparecen en el suelo nuevos elementos: barra de labios, medias de respuesto y todo el resto del contenido del bolso de Callista, que venia a ser tan destartalada como nuestro Armando. El reparto de pertencias fue arduo y tedioso, pues hasta que ambos encontraron sus respectivas gafotas aquello estaba mas atascado que un ciego jugando al pictionary.

Y allí nació el amor. La posterior relación fue intensa, apasionada y tortuosa. Los dos compartian un curriculum de lo mas desalentador: no se habian comido una rosca en varios años. Asi que se instalaron en una convivencia de lo mas friqui mientras poco a poco rompian barreras y avanzaban en pos de un ansiado, aunque temido, encuentro sexual. Tras incontables tardes de cine, visitas al zoo, intercambios de mensajes, quedadas, miraditas y otras tonterias al uso, el encuentro se materializó cuando un dia, por fin, se dedicieron a dejarse de tonterias e ir al grano.

El desalojó como pudo a sus compañeros de piso y preparó el ambiente para seducir a Callista. Ella apareció poco despues, temerosa, aunque decidida, y tras no pocas dudas al final consiguieron su mas deseado y ardiente propósito: se echaron un Risk.

Armando jamás olvidaria aquel instante de climax en que saco dos seises y le conquistó Yakutia a Callista.

Poco más dió de si aquella relación, salvo el hecho de que durante las escaramuzas Callista tuvo la inspirada idea de traducirle el nombre a Armando, que se sintió feliz y aliviado con los recien impuestos galicismos y se encargó de que todos, catedráticos inclusive, le conocieran a partir de entonces como Bones, James* Bones.

Finalmente Bones, simplemente Bones, consiguió terminar su carrera y se hizo traumatólogo, escpecialidad que no llegó a ejercer jamás pues el mismo dia que iba a empezar el MIR se dió cuenta de que no soportaba el olor a hospital que dan todos los hospitales.

Pero tantos años de estudio no iban a caer en saco roto. Gracias a los conocimientos adquiridos, poco tiempo después Bones ideó un ingenioso y revolucionario diseño que arrasó en el mercado de la moda invernal: consiguió integrar una protesis de cabeza de fémur en el mango de un paraguas, el germen del hoy por todos conocido paraguas Bones.

No se puede decir que nadara en la opulencia, porque era bastante torpon en el agua, pero si que gano una inmensa fortuna que le permitió llevar una vida tan lujosa que incluia los servicios de su propia y exclusiva callista.

Su historia termina como todas: cuando nos aburrimos de los personajes, les colgamos un epitafio y a otra cosa. En este caso, el epitafio es el propio eslogan de su producto estrella: "paraguas bones, el mejor pa los chaparrones".


*La tal Callista era mucho mejor podóloga que traductora.

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